El No Devaluado
Hoy quiero hablarles de esta palabra corta y simple: “No”. Tanto para como para pensarlo en los niños como para verlo en nosotros los adultos.
¿Por qué digo El No Devaluado?
Año tras año recibo en el consultorio familias, con la dificultad enorme de decir NO a los hijos/as. Motivos como: Porque se van a sentir mal, porque les vamos a crear un daño, porque tienen que crecer libres, etc.
Cuando conversamos sobre este tema con varias mamás, aparecen también otras situaciones en donde surge esta dificultad de decir: hasta aquí, ya no más, ahora toca otra cosa, etc.
Es un límite, es un dique, un escudo protector, es un borde, son los rieles de un tren que guía su rumbo, una baranda que no nos deja caernos. Todos estos límites que son tan fáciles de ver en lo físico son tan necesarios también en lo psíquico, en lo emocional.
El No Devaluado nos invita a revalorizarlo
¿Cómo decir los NO? Hay mil maneras, te dejo una guía si quisieras. Pero…
¿Porque el título de este artículo? El No devaluado, pareciera ser que hay una moda de NO decir “No”, si bien hay mil maneras con las que se puede poder límites con otras frases, la construcción verbal “no digamos que NO por miedo a dañar”, se evita mencionar y queda velada, ya no se usa.
Y nos vamos al libre albedrio en donde aparecen los niños reyes, esos niños que tienen el control remoto de casa y a sus padres en los pies cumpliendo sus deseos.
Les quiero dar algunos ejemplos reales sobre las consecuencias de “El No Devaluado” y si estos bordes no están claros. Para hablar de las secuelas, voy a mencionar tres casos de pacientes que alguna vez tuve en el consultorio.
Adolescente de 15: Es una joven cuyos padres han reconocido que no le pusieron límites y hoy lo están sufriendo.
Palabras de la madre: …” a X le dábamos de todo, no teníamos problemas económicos nos iba muy bien, salíamos al shopping y le comprábamos todo lo que pedía, porque podíamos, le hacíamos creer que era la más linda de todas.” …
Esta adolescente en el momento de la consulta se dirige a los padres de una manera muy cruel y déspota, los desprecia, en su círculo de amistades, siempre tuvo conflictos porque cuando una amiga no hacia lo que ella quería o respondía de una manera diferente a sus expectativas, ya no era su amiga. Ella reacciona de manera impulsiva y dramática. No tolera cuando alguien le dice que NO, se frustra, no ve los grises y reacciona de manera drástica.
En otra oportunidad me llega a la consulta una jovencita de 19 años.
Palabras de ella: …” Mi mamá nunca me puso un límite, yo hice con mi vida siempre lo que quise”, Hoy, ella no tolera que alguien le de un consejo: …y según dice: “No me gusta Que me digan lo que tengo que hacer.
Actúo por impulso, lastimo muchas veces a la gente cuando les digo las cosas, me doy cuenta después, etc.
Presenta innumerables situaciones de conflicto. A lo largo de tres sesiones me doy cuenta de que tiene un fondo depresivo, en su vida vivió muchos momentos traumáticos y se expuso a situaciones peligrosas que la perjudicaron emocionalmente.
Otra joven que tuve en el espacio terapéutico llegó por ataques de ansiedad y pánico, …” tengo miedo de volverme loca. Siento ansiedad cuando no consigo lo que quiero, en el tiempo que lo quiero…. En mi casa nunca me dijeron NO”.
Cuando empezamos a trabajar su historia familiar, ella cuenta que sus padres nunca se hicieron cargo de ella, que la crio la abuela y que nunca nadie le dijo la palabra NO.
A los 16 años ya consumía y a los 18 /19 años podemos decir que no hay bordes en su vida. Hace lo que quiere con quien quiere y cuando quiere, en todos los planos, exponiéndose a situaciones altamente peligrosas.
Cuento este breve relato de estas tres pacientes, porque si bien cada una tiene una subjetividad y una historia familiar diferente tienen el denominador común de una falta de borde en sus vidas, falta de esos diques. De ese NO, que cuida, que sostiene, que arma una red de contención psíquica.
Cuando EL NO no existe, aparecen las consecuencias, haciendo que se exponga a situaciones de riesgo y con dificultades en los vínculos, en la tolerancia a la frustración, con elevados niveles de ansiedad, etc.
Cuando pienso en ellas tres me pregunto cuan diferente hubiera sido su desarrollo si hubieran tenido esa red interna de contención.
Para finalizar este texto, les dejo este poema que siempre llevo conmigo, sobre la palabra NO.
NO (Hugo Filkenstein)
No es No y hay una sola manera de decirlo: No.
Sin admiración, sin interrogantes, ni puntos suspensivos.
No se dice de una sola manera.
Es corto, rápido, monocorde, sobrio, escueto.
NO.
Se dice de una sola vez. NO.
Con la misma entonación. NO.
Como un disco rayado. NO.
Un NO que necesita una larga caminata o una reflexión en el jardín,
no es NO.
Un NO que necesita explicaciones
o justificaciones no es NO.
NO, tiene la brevedad de un segundo.
Es un NO para el otro porque ya fue para uno mismo.
NO es NO, aquí y muy lejos de aquí.
No no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas,
Ni puede dejar de ser NO, aunque el otro y el mundo se ponga patas para arriba.
NO, es el último acto de dignidad.
NO, es el fin de un libro, sin más capítulos
Ni segundas partes.
NO, no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja,
Ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado,
Ni con símbolos devueltos, ni con pena y menos aún con satisfacción.
No, es NO porque NO
Cuando el NO es NO, se mira a los ojos y NO se descuelga naturalmente de los labios.
La voz del NO no es trémula ni vacilante,
Ni agresiva, no deja duda alguna.
Ese NO no es una negación del pasado, es una corrección del futuro.
Y solo quien puede decir NO puede decir SI.